La poesía
narrativa-épica: mester de juglaría y mester de clerecía, pág. 195-198.
EJERCICIO 4, PÁG. 204. El texto recoge los
primeros versos del poema épico castellano o cantar de gesta medieval más
conocido: El Cantar de Mío Çid. En él
presenciamos cómo Rodrigo Díaz de Vivar abandona su pueblo tras haber sido
desterrado por el monarca Alfonso VI de Castilla. El monarca prohíbe a los
burgaleses darle posada bajo pena de expropiación de las tierras. Esta acción
debemos vincularla a la ira regia.
Desde el punto de vista formal, el
fragmento ofrece claras muestras de dramatismo y de dialogismo. El diálogo es
un modo de reflejar el efecto dramático con el que el Cid sufre el destierro
real y los efectos que en él ocasiona. Sirvan de ejemplo los pleonasmos “de los
sos ojos tan fuertemientre llorando” (v.1, v. 20; v. 21) y los gestos de
carácter visual de los protagonistas (“tornava la cabeça, v. 2, “engrameó la
testa, v. 13) y de gran poder evocador debido a su naturaleza teatral.
A su vez encontramos ejemplos de estilo
directo por medio de verbos dicendi propios de los diálogos.
De estas características deducimos que los
cantares de gesta están destinados ser recitados en voz alta ante un auditorio
(público). De allí que se busque la implicación directa de los oyentes y la
conmoción dramática.
Todos estos rasgos son habituales en los
poemas épicos medievales y constituyen el llamado estilo oral formulario. Lo
ampliamos en el apartado cinco de la página 211 (tercer párrafo).
Mester de
clerecía, pág. 197 y 198.
Ejercicio 6, pág.
206. Leemos el texto.
a.
Infurción
(v.2). Tributo que se pagaba al señor de un lugar por el solar de la casa.
Pepiones
(v. 4). Tipo de moneda usada en la Castilla del siglo XIII.
Recabada
(v. 17) Conseguida o alcanzada.
Candeal.
(v. 23). Variedad de trigo para
preparar pan blanco.
c. El texto consta de dos partes. En la primera, se relata el
milagro de la Virgen y el pobre caritativo ( v. 1 hasta 32). La segunda, (v.
33-40) contiene la exhortación de Berceo a sus oyentes para que actúen como el
protagonista del milagro. Responde al afán
didáctico y moralizador de los textos propios del mester de clerecía.
d. Los
versos de este poema tienen todos catorce sílabas y están divididos en dos
hemistiquios de siete sílabas cada uno. En el verso dos tenemos que sumar una
sílaba más porque la última palabra es aguda (infurción). En los versos 23 y 39
la última palabra del primer hemistiquio es esdrújula (ángeles) por lo que es
necesario restarle una sílaba (8-1=7).
e. La sinéresis
es un recurso expresivo que consiste en formar un falso diptongo con vocales
que deberían formar hiato. Aparece en empleaste
(v.14), decías (v. 15), candeal (v. 23), sea (v.28) y sería (v. 33 y 35).
f. Vocabulario culto aparece en las
palabras infurción, pepiones y candeal. Alterna con el léxico popular en palabras como hacienda, soldada y renta.
ARCIPRESTE DE
HITA, El libro de buen amor
EJERCICIO
8, pág. 207-208.
a. Un
planto es una elegía, composición poética en la que el poeta se lamenta por la
muerte de una persona, en este caso, Trotaconventos.
El planto consta de tres partes:
una reflexión sobre la muerte, varios lamentos de los que sobreviven al difunto
y por último, un elogio a la persona muerta.
b. En
la primera estrofa la oración exclamativa inicial ¡Ay muerte! (v.1) condensa
el sentimiento de dolor que experimenta el poeta por la muerte de su fiel
Trotaconventos. En el verso dos el posesivo mi muestra la relación afectiva que
el protagonista de la obra tiene con la difunta.
En la oración exclamativa ¡muerta seas, muerta e malandante!, el
verbo en modo subjuntivo expresa el sentimiento de rabio y de indignación hasta
el punto de enfrentarse a la propia muerte y desearle que muera.
En los dos versos finales la
considera enemiga del hombre y de la vida. Difiere en este sentido de
Jorge Manrique, que la considera algo espantoso que suscita pavor. Aquí Juan
Ruíz no se resigna ante su llegada sino que se rebela contra ella.
c. Encontramos
en el resto de la composición varios de los tópicos medievales relacionados con
la muerte. Destaca de ella su poder igualatorio (estrofa dos) y su poder
destructor por encima de la condición moral (buena o mala), el status
social (noble/vasallo), el poder religioso (papas y otros cargos) o político
(reyes). Su implacable dureza y su crueldad es señalada en la estrofa tres.
Resulta a su vez ineludible (el hombre no puede evitarla), invencible (el
hombre se siente indefenso), incomprensible e inabordable (estrofa cuatro). Por
último, su aparición inesperada provoca espanto (estrofa cinco) y suscita rechazo
(estrofa seis).
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